Ya te he contado alguna vez que no tuve infancia. Ni juventud. Oficialmente sí, tengo todos los sellos. Pero no puedo engañar a nadie con el plagio de mi memoria. Al menos a ti no.
No sé cuándo nacieron mis recuerdos, pero sé que tus clases de literatura, tu sonrisa guasona y tus preguntas incómodas están entre los pañales de mi desmemoria.
El mejor regalo que me hiciste es recordarte. Dejar tu imprenta en forma de admiración por la creación literaria, por el realismo mágico, por el reto de enfrentarme desarmada y desnuda ante el papel en blanco.
Tú, Julián, fuiste mi primer verdadero maestro. Tu manera expectante, sencilla y franca de mirarme a los ojos y hacerme repensar mi mundo con una sola frase, me ha acompañado desde la prehistoria de mi olvido. En mí encuentro tus huellas en forma de reflexión calmada, de capacidad crítica y análisis riguroso, de humor socarrón y de voracidad de eterna aprendiz… A ti atribuyo el brillo en mi mirada que otros han sabido alimentar y ese “Hazlo con pasión o elige otro camino” que hoy me acompaña como un mantra.
Ya no estás. No pude o no tuve valor para decírtelo a la cara, pero gracias Julián Moreiro Prieto, por regalarme tu recuerdo. #MIMEJORMAESTRO
